miércoles, 27 de noviembre de 2019

Verde esperanza





Esperanza cruzó la puerta de seguridad con las manos metidas en los bolsillos traseros del vaquero ajustado y avanzó por la acera, sin más.
La seguía Juan, con la cabeza alta y esa mirada que se perdía en el infinito al atravesar las gafas de pasta negra.


Esa mañana habían acudido al banco  con la convicción de que el préstamo les sería concedido.  Lo siento de veras, pero el estudio revela que el proyecto es inviable, había concluido el director.


El joven apretó los labios y tras  largas zancadas alcanzó a la muchacha que caminaba ligera delante de él. Agarró una de sus manos y acompasó el paso al de ella. Esperanza bajó entonces la mirada y sin mediar palabra entrelazaron sus dedos. Luego Juan la atrajo hacia sí.

Siguieron adelante sin aparente rumbo fijo. La mujer descansaba la cabeza en el hombro de Juan mientras él mantenía la mejilla apoyada en la testa de ella.

Un folleto que pendía de una farola  se resistía a salir volando con las ráfagas de aire y su aleteo llamó la atención del muchacho que, como de costumbre, parecía buscar estrellas en el cielo.

—¡Mira lo que dice ahí!

                                                         TRASPASO NEGOCIO DE COMIDA PREPARADA.
                                                               PRECIO A NEGOCIAR. FACILIDADES.
                                                                               TLF: 629887779

 —Aún no podemos poner en marcha nuestro restaurante  —añadió Juan—  pero podríamos empezar a soñar por ahí.

Ella atrapó el anuncio en el momento en el que el viento se lo iba a llevar, lo metió en el bolsillo y miró a Juan con ojos chispeantes. Entonces sonrió.