—Muevo mar y montes para volver al pueblo antes del
nombramiento y abrazar a mi pobre hermana, tan sola tras la partida de mamá ¡y me encuentro con el chispas en calzoncillos en medio del salón!
—Ave María purísima.
—¡Y tú ahí, sentada! Mamá ha fallecido hace tres meses, ¡por
Dios! ¿Se puede saber qué hace el pollastre escarbando en esta casa como si de
su corral se tratara?
—Ese pollo vive conmigo. ¿Algún problema?
—¿Problema? Estás cometiendo pecado y lo sabes. Vivir con un hombre fuera del matrimonio… ¿Y cómo que tía Segismunda no me ha escrito al
respecto?
—La tengo comiendo en mi mano por asuntillos pasados. Y ahora cálmate, tengo que hablarte de algo importante.
—¡Será de que se larga!
—Va a ser de que me caso.
—¡Por lo menos un atisbo de cordura en esta especie de
contubernio! ¿Pero estás segura de lo que vas a hacer? ¿Te comprometes con el
gaznápiro que lanzaba granos de arroz en clase?
—Sin pecado concebida y déjame en paz de compromisos.
—Bien, conociéndote eso es un sí. ¡Sea! Me ocuparé pero el
menda no vuelve hasta después de la boda.
—No te molestes, no me
caso por la iglesia.
—¡¿Y cómo quieres que me calme, no entiendes que no me aceptará la gente!? La hermana del nuevo cura se casa por lo civil…
—¡Y con un hijo en camino, hermano! La bomba. Y ya ves, algo bueno tiene el asunto, ni hace
falta que me hagas regalo.