Vestidos de negro todos lloraban a mi alrededor y yo no sabía quién era el muerto.
Una fina lluvia envolvía el camposanto y una multitud de paraguas se apresuró a cubrirlo todo. Busqué con la mirada al que debía de ser mi marido pero no lo encontré y una sensación de ahogo me atenazó la garganta. No lograba acordarme de mi nombre pero, minutos antes, había descubierto la foto de un hombre en el bolsillo interno de la chaqueta. Además, llevaba una alianza de oro en el dedo y nadie me estaba sosteniendo por un brazo como se suele hacer con las viudas. Me di cuenta de que entre todos los presentes tan solo reconocía al cura y eso porque vestía sotana y llevaba sombrero negro.
Me sentía como si hubiera venido al mundo en ese cementerio y en ese instante, consciente de lo qué es la vida pero sin haberla vivido.
Por momentos me llegaban a la mente imágenes oscuras iluminadas tan solo por los faros de un coche que yo misma iba conduciendo: pinos retorcidos en una carretera llena de curvas y mal asfaltada. Llevaba puesto un vestido rojo tan apretado que me quitaba el aliento, pero, por lo visto, no importaba demasiado porque iba tarareando el estribillo de una canción que estaba emitiendo la emisora de radio. A mi lado, las lentejuelas de un bolso producían destellos luminosos que distraían mi atención. A un cierto punto, la calzada desapareció y los faros alumbraron las copas de los árboles. A partir de ese instante, el enfoque ya no era el mismo y podía ver mi cabeza dar golpes contra el techo, como en una película. Recordaba rabia, miedo, soledad e impotencia, pero no conseguía sentir esas emociones en la piel. La oscuridad, el silencio y el vacío que siguieron a esa escena, más que asustar, me inquietaban.
Noté una mano que tiraba de mi brazo y me giré.
Bajo el amparo de un paraguas, un hombre elegante me animó para que hablara con mi cuñada. Le observé durante unos segundos, pero por mucho que me esforzara no lograba ubicar su cara.
El desconocido me cedió el paraguas con una inclinación de cabeza. Es curioso, pero hasta ese momento no me había dado cuenta de que la lluvia no me estaba mojando, no había notado que me encontraba bajo el mismo cobijo del hombre que tenía detrás. Hubiera querido preguntar quién era mi cuñada, pero no lo hice.
Me acerqué al féretro intentando ganar tiempo. Había una mujer que parecía más apenada que las demás y me dirigí hacia ella. A su lado, sin saber hacia dónde mirar, tres niños de edades similares se cogían de la mano.
—Te acompaño en el sentimiento… —dije, pero sin pronunciar su nombre.
La mujer se lanzó entre mis brazos y, por lo mucho que parecía sufrir, deduje que en el féretro yacía su marido.
—Era un buen hombre —comenté—, y te quería.
Me quedé ahí, al lado de una desconocida desecha en lágrimas, sin dejar de preguntarme si el muerto podría ser mi hermano.
Si en esos momentos hubiera sospechado lo que iba a suceder me habría ido de allí en silencio. Pero tampoco lo hice.
El cura dijo unas palabras y el ataúd quedó cubierto de tierra. Poco a poco la gente se dirigió hacia sus coches y solo quedábamos unos pocos allegados.
El hombre elegante se acercó a nosotras y nos cogió por el brazo.
Entramos en un coche, ellos dos delante y yo detrás con los niños que no paraban de subir y bajar las ventanillas.
—¡Estaros quietos de una vez, en respeto a vuestra madre! —dijo él, y aprovechó el momento para mirarme.
Me sentía perdida porque no sabía si ese hombre era mi marido, mi cuñado, mi hermano o un amigo de familia pero no me atreví a preguntar porque a nadie le extrañaba mi silencio. Todos me trataban como si yo fuera una niña que no acababa de entender y, en el fondo, no andaban equivocados.
—La verdad es que no me encuentro muy bien —comenté.
—Es normal —contestó él con dulzura— el medico dijo que tardarías en reponerte, que te cansarías fácilmente y que tendrías vacíos de memoria de vez en cuando. La muerte de Luis no te está ayudando demasiado
Mi cuñada, al oír las últimas palabras, rompió a llorar y el hombre le susurró que debía de ser fuerte y que él también echaría de menos a su hermano.
En ese momento descubrí que el muerto se llamaba Luis, que el hombre elegante era mi marido, y que mi hermano, si es que lo tenía, seguiría vivo.
Enfilamos una carretera de montaña rodeada de bosques tupidos hasta llegar a una casa de campo cuyas puertas se abrían a un hermoso jardín. Había gente charlando por todas partes y al vernos llegar, callaron.
Noté miradas furtivas posarse sobre mi persona y bajé la cabeza. Una anciana asomó por la puerta y se echó en los brazos de mi marido llamándole Diego. Le daba golpes en el pecho sin dejar de llorar mientras mi cuñada y yo entrabamos en casa.
Me sentí observada y eso me hervía la sangre. Daba la sensación de que toda esa gente supiese lo mío y que quisiese comprobar si yo era capaz de recomponer el puzle de mi vida.
Al ver abierta la puerta de un despacho, entré y me senté lejos de todos. Cerré los ojos e intenté dejarme llevar por el inconsciente, olvidar lo poco que sabía sobre mí para empezar de cero. Pero la tranquilidad duró poco tiempo porque una voz lacrimosa me obligó a volver a la realidad. Delante de mí estaba mi cuñada, la pobre me ofrecía una copa de vino que, según sus palabras, me podía reconfortar.
La mujer no dejaba de acariciar un objeto que traía apretado contra el pecho y, cuando dejé el vaso vacío sobre la mesa, se apresuró a enseñármelo. Era la foto de su boda con Luis.
—Parece mentira —dijo mientras indicaba a su marido— que una caída tan estúpida haya puesto fin a su vida. Le reconoces, ¿verdad?
Sonreí a mi cuñada y tras acariciarle el pelo me centré en la imagen: ella, bastante más joven, estaba radiante con su vestido blanco y él… él era el mismo hombre que sonreía desde la foto que yo llevaba en el bolsillo.
—Me imaginé que no lo recordarías, por lo de tus vacíos de memoria —dijo ella con un tono de voz que me sonó algo frío. Luego se levantó y después de cerrar la puerta siguió hablando— ¡normal, efecto colateral de lo que te eché en la bebida la noche de tu accidente! Me lo dio una buena amiga, está un poco loca pero sabe lo que hace.
Levanté la cabeza y la miré. No podía creer lo que estaba oyendo.
—Sabes, querida —dijo entrecerrando los ojos— pensé que si iba a perder a Luis, tú tampoco lo tendrías. Lástima que las cosas no salieran bien, tras el accidente estuviste en coma mucho tiempo pero al final despertaste. Un fallo. Decidí entonces evitarle sufrimientos a Luis, ¡pobre, no le reconocías! Eso fue más fácil, un buen golpe a la escalera en la que estaba subido y se acabó.
Todo daba vueltas en mi cabeza. Aquello no podía ser verdad, debía de ser una pesadilla y decidí comprobarlo dándome un pellizco en la pierna. Mi cuñada se echó a reir después de comprobar que la puerta seguía cerrada.
—¿Has matado a tu marido? —logré preguntar mientras notaba que se me nublaba la vista.
— Si lo cuentas, nadie te creerá y, de todas formas, el brebaje de mi amiga, que te acabas de tomar con el vino, no tardará en hacer efecto.
Ahora todo es blanco a mi alrededor y mi vestido es del mismo color. Por la visto, el fatídico brebaje tampoco fue letal la segunda vez que lo tomé o a lo mejor es cierto aquello de que hierba mala nunca muere. La realidad es que sigo aquí. Cuando despierto, por la ventana del cuarto veo franjas de cielo separadas por barrotes y cuando intento salir, la puerta del cuarto está siempre cerrada. A veces Diego viene a visitarme y me sonríe aunque al irse nunca deja de preguntarme porqué estrangulé a mi cuñada.
Yo quisiera explicarle. Pero nunca lo hago.
Una fina lluvia envolvía el camposanto y una multitud de paraguas se apresuró a cubrirlo todo. Busqué con la mirada al que debía de ser mi marido pero no lo encontré y una sensación de ahogo me atenazó la garganta. No lograba acordarme de mi nombre pero, minutos antes, había descubierto la foto de un hombre en el bolsillo interno de la chaqueta. Además, llevaba una alianza de oro en el dedo y nadie me estaba sosteniendo por un brazo como se suele hacer con las viudas. Me di cuenta de que entre todos los presentes tan solo reconocía al cura y eso porque vestía sotana y llevaba sombrero negro.
Me sentía como si hubiera venido al mundo en ese cementerio y en ese instante, consciente de lo qué es la vida pero sin haberla vivido.
Por momentos me llegaban a la mente imágenes oscuras iluminadas tan solo por los faros de un coche que yo misma iba conduciendo: pinos retorcidos en una carretera llena de curvas y mal asfaltada. Llevaba puesto un vestido rojo tan apretado que me quitaba el aliento, pero, por lo visto, no importaba demasiado porque iba tarareando el estribillo de una canción que estaba emitiendo la emisora de radio. A mi lado, las lentejuelas de un bolso producían destellos luminosos que distraían mi atención. A un cierto punto, la calzada desapareció y los faros alumbraron las copas de los árboles. A partir de ese instante, el enfoque ya no era el mismo y podía ver mi cabeza dar golpes contra el techo, como en una película. Recordaba rabia, miedo, soledad e impotencia, pero no conseguía sentir esas emociones en la piel. La oscuridad, el silencio y el vacío que siguieron a esa escena, más que asustar, me inquietaban.
Noté una mano que tiraba de mi brazo y me giré.
Bajo el amparo de un paraguas, un hombre elegante me animó para que hablara con mi cuñada. Le observé durante unos segundos, pero por mucho que me esforzara no lograba ubicar su cara.
El desconocido me cedió el paraguas con una inclinación de cabeza. Es curioso, pero hasta ese momento no me había dado cuenta de que la lluvia no me estaba mojando, no había notado que me encontraba bajo el mismo cobijo del hombre que tenía detrás. Hubiera querido preguntar quién era mi cuñada, pero no lo hice.
Me acerqué al féretro intentando ganar tiempo. Había una mujer que parecía más apenada que las demás y me dirigí hacia ella. A su lado, sin saber hacia dónde mirar, tres niños de edades similares se cogían de la mano.
—Te acompaño en el sentimiento… —dije, pero sin pronunciar su nombre.
La mujer se lanzó entre mis brazos y, por lo mucho que parecía sufrir, deduje que en el féretro yacía su marido.
—Era un buen hombre —comenté—, y te quería.
Me quedé ahí, al lado de una desconocida desecha en lágrimas, sin dejar de preguntarme si el muerto podría ser mi hermano.
Si en esos momentos hubiera sospechado lo que iba a suceder me habría ido de allí en silencio. Pero tampoco lo hice.
El cura dijo unas palabras y el ataúd quedó cubierto de tierra. Poco a poco la gente se dirigió hacia sus coches y solo quedábamos unos pocos allegados.
El hombre elegante se acercó a nosotras y nos cogió por el brazo.
Entramos en un coche, ellos dos delante y yo detrás con los niños que no paraban de subir y bajar las ventanillas.
—¡Estaros quietos de una vez, en respeto a vuestra madre! —dijo él, y aprovechó el momento para mirarme.
Me sentía perdida porque no sabía si ese hombre era mi marido, mi cuñado, mi hermano o un amigo de familia pero no me atreví a preguntar porque a nadie le extrañaba mi silencio. Todos me trataban como si yo fuera una niña que no acababa de entender y, en el fondo, no andaban equivocados.
—La verdad es que no me encuentro muy bien —comenté.
—Es normal —contestó él con dulzura— el medico dijo que tardarías en reponerte, que te cansarías fácilmente y que tendrías vacíos de memoria de vez en cuando. La muerte de Luis no te está ayudando demasiado
Mi cuñada, al oír las últimas palabras, rompió a llorar y el hombre le susurró que debía de ser fuerte y que él también echaría de menos a su hermano.
En ese momento descubrí que el muerto se llamaba Luis, que el hombre elegante era mi marido, y que mi hermano, si es que lo tenía, seguiría vivo.
Enfilamos una carretera de montaña rodeada de bosques tupidos hasta llegar a una casa de campo cuyas puertas se abrían a un hermoso jardín. Había gente charlando por todas partes y al vernos llegar, callaron.
Noté miradas furtivas posarse sobre mi persona y bajé la cabeza. Una anciana asomó por la puerta y se echó en los brazos de mi marido llamándole Diego. Le daba golpes en el pecho sin dejar de llorar mientras mi cuñada y yo entrabamos en casa.
Me sentí observada y eso me hervía la sangre. Daba la sensación de que toda esa gente supiese lo mío y que quisiese comprobar si yo era capaz de recomponer el puzle de mi vida.
Al ver abierta la puerta de un despacho, entré y me senté lejos de todos. Cerré los ojos e intenté dejarme llevar por el inconsciente, olvidar lo poco que sabía sobre mí para empezar de cero. Pero la tranquilidad duró poco tiempo porque una voz lacrimosa me obligó a volver a la realidad. Delante de mí estaba mi cuñada, la pobre me ofrecía una copa de vino que, según sus palabras, me podía reconfortar.
La mujer no dejaba de acariciar un objeto que traía apretado contra el pecho y, cuando dejé el vaso vacío sobre la mesa, se apresuró a enseñármelo. Era la foto de su boda con Luis.
—Parece mentira —dijo mientras indicaba a su marido— que una caída tan estúpida haya puesto fin a su vida. Le reconoces, ¿verdad?
Sonreí a mi cuñada y tras acariciarle el pelo me centré en la imagen: ella, bastante más joven, estaba radiante con su vestido blanco y él… él era el mismo hombre que sonreía desde la foto que yo llevaba en el bolsillo.
—Me imaginé que no lo recordarías, por lo de tus vacíos de memoria —dijo ella con un tono de voz que me sonó algo frío. Luego se levantó y después de cerrar la puerta siguió hablando— ¡normal, efecto colateral de lo que te eché en la bebida la noche de tu accidente! Me lo dio una buena amiga, está un poco loca pero sabe lo que hace.
Levanté la cabeza y la miré. No podía creer lo que estaba oyendo.
—Sabes, querida —dijo entrecerrando los ojos— pensé que si iba a perder a Luis, tú tampoco lo tendrías. Lástima que las cosas no salieran bien, tras el accidente estuviste en coma mucho tiempo pero al final despertaste. Un fallo. Decidí entonces evitarle sufrimientos a Luis, ¡pobre, no le reconocías! Eso fue más fácil, un buen golpe a la escalera en la que estaba subido y se acabó.
Todo daba vueltas en mi cabeza. Aquello no podía ser verdad, debía de ser una pesadilla y decidí comprobarlo dándome un pellizco en la pierna. Mi cuñada se echó a reir después de comprobar que la puerta seguía cerrada.
—¿Has matado a tu marido? —logré preguntar mientras notaba que se me nublaba la vista.
— Si lo cuentas, nadie te creerá y, de todas formas, el brebaje de mi amiga, que te acabas de tomar con el vino, no tardará en hacer efecto.
Ahora todo es blanco a mi alrededor y mi vestido es del mismo color. Por la visto, el fatídico brebaje tampoco fue letal la segunda vez que lo tomé o a lo mejor es cierto aquello de que hierba mala nunca muere. La realidad es que sigo aquí. Cuando despierto, por la ventana del cuarto veo franjas de cielo separadas por barrotes y cuando intento salir, la puerta del cuarto está siempre cerrada. A veces Diego viene a visitarme y me sonríe aunque al irse nunca deja de preguntarme porqué estrangulé a mi cuñada.
Yo quisiera explicarle. Pero nunca lo hago.
Hola Paola.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la forma de tu relato, mantienes la tensión y la emoción, lo cual no es tarea fácil. Vas soltando la información de a poco y uno va sufriendo con la protagonista en su viaje.
Muy logrado, se notan tablas.
Felicidades.
José
www.cuentoshistoriasyotraslocuras.wordpress.com
Hola Jose Luis
EliminarGracias por comentar. Siento haberte hecho sufrir, y Mercedes, que así se llamaba la protagonista, tampoco creo que lo desease. Aunque , ya sabes, hierba mala...
¡Hola Paola!
ResponderEliminarEs la primera vez que accedo a tu blog, gracias a esta oportunidad que David nos ofrece con el concurso. Bien, pues la primera impresión que me llega de tu relato es bastante positiva, ya que has tenido la habilidad de construir un interesante relato de intriga y suspense, donde las relaciones sentimentales entre las principales protagonistas o mejor dicho: antagonistas, crean todo esta trama de celos y odio que derivan en un trágico final.
Me han parecido bastante ajustadas a la realidad las descripciones de los personajes, del mismo modo que todo el proceso de turbación mental que sufre la protagonista y que progresivamente va teniendo atisbos de coherencia mental.
La escena donde ambas rivales ponen sus cartas encima de la mesa, dejando claro todo el meollo de esa venganza que por segunda ocasión va a tener lugar, adquiere un tono dramático muy significativo. Aunque todavía queda otro giro más a la historia con esa escena final donde la protagonista permanece en prisión tras estrangular a su cuñada.
Me parece que nos ofreces un interesante relato del cual te felicito por esa habilidad en construirlo sin fisuras. Mucha suerte en el concurso.
Saludos.
Hola Estrella
EliminarCómo me ha gustado tu comentario. Lo digo porque he hilado el relato de la misma forma en la que haces el esquema constructivo.
Gracias por dedicarme tanto tiempo
Saludos
Gracias, Paola, por participar con este relato en EL TINTERO DE ORO. Un fuerte abrazo y suerte!!
ResponderEliminarA ti, David, por darme la oportunidad de participar...
EliminarHola Paola. Nos traes un relato donde la tensión narrativa está presente de principio a fin. Has sabido crear muy bien ese misterio alrededor del que gira la historia, avanzando poco a poco dándonos la información justa. Al principio parecía la típica historia de fantasmas donde la protagonista aparentaba ser eso mismo, después nos desvelas su verdadera identidad y cuando parece que todo el pescado está vendido, nos sorprendes con ese doble giro final que nos descoloca. Buen relato y firme candidato a un puesto de honor en el torneo. Un saludo.
ResponderEliminarGracias Jorge.
EliminarCuando lo escribí no pensé en la sensación fantasmal del inicio, pero después de tu comentario lo volví a leer y tienes toda la razón.
Saludos
¡Hola Paola! Es la primera vez que te leo, y la verdad: merece la pena pasarse por tu relato, tan bien descrito el perfil de los personajes, los pensamientos, dejas entrever sin mostrar el final. Sorprendente. Te felicito por tu maestría.
ResponderEliminarEl reto de El Tintero de Oro, nos ha acercado en el mundo virtual. Recibe un abrazo literario.
Hola Tertulia
EliminarMe alegro de que te haya gustado y agradezco ese abrazo literario que te devuelvo encantada.
Saludos
Paola, un relato que nos hace vivir el viaje junto a la protagonista. Muy buen relato. Suerte en el concurso.
ResponderEliminarBesos.
Gracias Pilar
EliminarYa veremos el día de la entrega, el domingo, supongo. De tiros largos, ya sabes...
Totalmente inesperado. Me ha gustado mucho. Mucha suerte en el concurso!!!! Un beso
ResponderEliminarHola Esperanza
EliminarGracias por comentar y por sorprendente. Nos vemos en la entrega!
¡Muy bien Paola!
ResponderEliminarHas escrito un relato que da un giro de tuerca en varias ocasiones. Al principio pensé que la muerta era ella y su espíritu, su alma, o como se quiera llamar, vagaba entre los asistentes a su propio entierro.
El ambiente es opresivo y se siente la angustia de la narradora en primera persona. Has sabido contagiarnos de sus pensamientos inconexos y de su incertidumbre.
El final lo has resuelto con maestría.
Bravo por este trabajo Paola, te deseo suerte en el concurso.
Gracias Tara por tu comentario pero todo el mérito es de la protagonista que me ha mandado callar desde el principio.
EliminarSaludos
Vaya, Paola. Lo que parece al principio las típicas consecuencias de un trágico accidente de coche, se nos revela como el dramático final de una infidelidad con toques de homicidio.
ResponderEliminarBuena vuelta de tuerca, compañera. Te deseo mucha suerte.
Gracias Bruno
EliminarTres muertos al precio de uno y Diego sin enterarse de nada!!
Saludos
Hola Paola,
ResponderEliminarNos reencontramos de nuevo, :)
Concuerdo con en comentario de Tara, y es que yo también creí que estaba muerta. Luego me generó tristeza y opresión, debe ser terrible no saber quien eres, ni reconocer a nadie.
Más tarde se va comprendiendo que todas las desgracias están ligadas con el odio y los celos.
Sobre lo de hierba mala nunca muere, será cierto porque en tu relato todos mueren menos ella.
Muy bien relatado.
Te deseo mucha suerte en el concurso.
Un gran abrazo.
Hola Irene
EliminarVerás que nos encontraremos más veces.
Has dado en el clavo con lo de la mosquita muerta. En el fondo...todo es culpa suya.
Hola Paola. Es la primera vez que llego a tu blog y me he encontrado con un relato que tiene una ingeniería de relojes, la cual utilizas para el manejo de la intriga. Creo que la mejor cualidad que tiene es la trama, pero no pude dejar de percibir el estilo original de tu narrativa. Lo he leído dos veces para escudriñar en los detalles. Me ha gustado mucho el armado de toda la historia que haces sin abandonar, casi, el tiempo presente. También la cuidadosa ubicación de las frases dentro del texto para lograr el objetivo de dispersar al lector, como el ilusionista que ilumina aquí para que uno no vea allá, para lograr el objetivo. Y, por último, lo bien escrito que está, que nada de trabajo le va a dar a la correctora. Un texto de los mejores que he leído. Mis felicitaciones. Un saludo, ha sido un placer leerte.
ResponderEliminarAriel
Hola Tara
EliminarAgradezco un comentario tan extenso y particularizado y te confesaré que en este relato he querido experimentar aquello de los motores de la historia: esas oraciones que crean intriga y empujan a seguir leyendo.
Saludos
Ya desde la primera línea supe que me gustaría. Ha sido una esplendida forma de iniciar un relato que te atrapa de principio a fin. Has sabido mantener la intriga hasta el final. ¡Y qué final! Espléndido.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Josep
EliminarTe busco y no te encuentro!
Se te echa de menos, espero que no vuelva a pasar.
Me alegra saber que te ha gustado. A ver si saco algo de tiempo y voy a tu casa a visitarte.
Saludos
Buena historia, buen relato.Una narradora en primera persona con el infinitivo a tope. Tal vez te haga algún comentario en email privado. Suerte y ¡a colgar un tintero! de la joyería de David Rubio.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Don
EliminarLo mismo te deseo con tu entropía!!
Hola, Paola.
ResponderEliminarAntes de nada, ¡muchas gracias por compartir con todos nosotros este relato! Me ha encantado por cómo nos has llevado hasta el desenlace final, con esa prosa y esos diálogos tan conseguidos con los que has conseguido que se lea de un tirón deseando saber más y más. ¡Enhorabuena!
Te deseo suerte en el concurso.
Un abrazo.
Patxi.
Hola Patxi
ResponderEliminarTe agradezco el comentario pero pienso que lo has leído de un tirón porque es cortito :)
Saludos
Muy buen relato, Paola. Mantienes la tensión hasta el final. Aunque, debo decirlo, me ha despistado un poco la frase en la que la protagonista dice "mi hermano, si es que lo tenía, seguía vivo". Obviando eso, armas un puzle de manera magistral hasta el golpe de efecto final.
ResponderEliminarEnhorabuena y suerte en el concurso
Gracias Sara
ResponderEliminarPuede que tengas razón y no haya conseguido expresar el momento de sosiego de la protagonista en el cual descubre que el muerto no es sangre de su sangre. Lo miraré
Saludos
Qué bien narrado el desasosiego que produce las lagunas de la memoria. Te felicito de corazón por lo bien que has construido la intriga. Que tengas mucha suerte, Paola. Besos
ResponderEliminarHola Ana
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte y comentar.
Yo también te deseo suerte.
Besos
Hola Paola. Creo que la atmósfera está bien construida, a partir de la escena en el coche se ve venir el desenlace. Una de dos, o el brebaje tiene otros efectos secundarios, o el brote psicótico es intrínseco a la protagonista ;) Enhorabuena y mucha suerte en el concurso.
ResponderEliminarAbrazos otoñales :)
Hola Eva
ResponderEliminarhay amigas por ahí que hacen maravillas con los brebajes, no te puedes hacer idea!
Gracias por pasarte y comentar.
Saludos y suerte
Un relato estupendo, Paola, con suspense hasta el último momento y un final absolutamente sorprendente. Qué terrible debe ser tener amnesia, y más si tienes tan cerca a tus enemigos...
ResponderEliminarUn abrazo y mucha suerte en el concurso.
Hola Julia
EliminarTe agradezco el comentario.
Suerte para ti también
Hola amiga. ¡Me encanta!
ResponderEliminarYo que soy de leer cuanto más largo mejor, me has dejado con la miel en los labios. Además, esta vez no te tenia a ti narrándome la historia al oído, te has escondido entre las palabras, unas palabras que me han manteniendo en vilo hasta el final y más allá.
Enhorabuena
Hola Charo
EliminarHe aprendido a esconderme y te aseguro que con mis medidas no es nada fácil
Saludos
Hola Paola.
ResponderEliminarEste mes no me ha dado tiempo de pasarme por tu relato de Literautas a ver qué tipo de robot te habías fabricado. Qué alegría al encontrarte en el listado de participantes del Tintero de Oro.
Con este relato me has dejado con la piel de gallina. ¡Bien hecho!
La verdad es que al principio me dije: <>. Pero por alguna razón no pude parar de leer. Y menos mal porque le has dado un giro tras otro de manera soberbia.
Muy bien elegido el narrador amnésico que va descubriendo la trama a la vez que el lector. Me lo apunto ;) jejeje.
En resumen, que me ha encantado. He visto algún fallo, seguro que de edición, pero que no son ni reseñables porque para nada eclipsan la calidad de tu escrito.
Felicidades compañera.
Por cierto, me gustan los cambios que has realizado en el blog.
Mucha suerte en el Tintero de Oro.
Pues no ha salido el contenido del entrecomillado.
ResponderEliminarTe lo vuelvo a poner:
Menudo truño, está claro que la muerte es ella misma.
;)
Hola Jean
EliminarGracias por pasarte. Los fallos son fallos y ya está. Los tengo vistos!! en cuanto acabe el concurso prometo arreglarlos.
Suerte y saludos
Jean Ives, yo también pensé que la muerta era ella, pero va mucho más allá y resuelve el relato de maravilla.
ResponderEliminarMuy bueno Paola, aunque, visto su final, mejor le hubiera ido de muerta ja, ja. Me ha gustado mucho.
Mucha suerte.
Un beso.
Hola Rosa
EliminarGracias por comentar. Lo mejor es no beber vino por si a caso!
Saludos y suerte
De a poco fui siguiendo las pistas, el final me sorprendió muchísimo. Pobre mujer, pagó por un pecado que no recordaba haber cometido. Aunque el crimen final confieso que sí lo aplaudí. Malvada cuñada.
ResponderEliminar¡Mucha suerte en el concurso!
Besos.
Hola Cyn
EliminarGracias por pasarte y comentar. Hay que tener cuidado con las cuñadas...
Suerte a ti también
Saludos
Paola, muy buen relato, nos mantienes en tensión durante toda la narración y sorprendes con tu final. Me ha gustado.
ResponderEliminarSuerte en concurso.
Un abrazo.
Hola Javier
EliminarMe alegro de que te haya gustado
Suerte para ti también
Saludos
Muy bueno del principio al sorprendente final. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola David
EliminarUn placer saber que te ha encantado
Suerte a ti también
Saludos
Paola un buen relato donde la trama y el suspense están presente en toda la historia. Me ha encantado el clima de las escenas. Muy bueno a tener en cuenta poder leer tu blog más a menudo . ¡Suerte en el concurso! Un abrazo
ResponderEliminarHola Maria del Carmen
EliminarGracias por detenerte y comentar
Suerte para ti también
Saludos
Generas una maravillosa intriga hasta el final. Luego me sobra un poquito el diálogo, pero en general te deja una sensación muy buena. Mucha suerte en el concurso.
ResponderEliminarHola Rocío
EliminarTe agradezco el comentario y me alegro de haberte dejado buena sensación
Suerte para ti también
saludos
Hola, Paola. De nuevo tengo el placer de leer un estupendo relato tuyo. Es muy entretenido y mantienes la tensión hasta el final con ese giro de tuerca que sorprende al lector. Varios compañeros han coincidido en que el comienzo parece un típico relato de fantasmas y creo, desde mi humilde opinión, que eso lastra un poco el relato. Describes perfectamente la amnesia que sufre la protagonista y aunque ella no recuerde sí nota lo que le rodea que debe verse desde el principio y no crear un expectativa que no es. Creo que ganaría bastante el comienzo. No obstante la historia está bien contada y la idea es buena. Mucha suerte en el concurso. Abrazos.
ResponderEliminarEnhorabuena Paola por tu TINTERO DE BRONCE, un relato estupendo compañera. Muchas felicidades.
ResponderEliminarGracias, Tara.
ResponderEliminarDefinitivamente ese es un gran final y los huecos en su memoria nos atrapan durante todo el trayecto.
ResponderEliminar!!Muchas felicidades por EL TINTERO DE BRONCE!!
ABRAZO!!
Hola Diana
ResponderEliminarMuchas gracias!
Hola Paola! Muchas felicitaciones por el premio "Tintero de bronce" que ha logrado tu relato. Espero que lo disfrutes, es un hermoso galardón, bien merecido por cierto. Te mando un gran saludo.
ResponderEliminarAriel
Gracias Ariel
EliminarTe aseguro que lo estoy disfrutando!