CÍRCULO DE ESCRITORES
- Así, bien, ahora se estira del
lado más largo y…voilá, para ser la primera vez que lo hago, diría que el nudo
de la corbata ha quedado perfecto.-
La cena, esa noche,
se servía en el salón Rojo y exigía etiqueta.
Sustentado por
columnas de mármol rojo, el enorme salón dejaba sin aliento a todo el que
entraba por primera vez: el suelo estaba enmoquetado con un diseño elegante de
círculos dorados sobre fondo rojo carruaje, las paredes estaban forradas de
madera noble, salpicadas por grandes murales renacentistas.
Cuatro cómodos
sillones de terciopelo dorado rodeaban las mesas elegantemente preparadas para
una cena de alto postín. Su mesa era la seis, en ella una encantadora joven y
un hombre mayor saboreaban una copa de vino blanco. Se acercó, se presentó, y
tomó asiento, minutos después, una mujer, completó el grupo.
Los camareros empezaron
a servir los entrantes y los primeros platos mientras la conversación discurría
amistosa. Un fuerte golpe en el costado del barco dio paso a un gran silencio
en el salón, el capitán, sentado unas mesas más allá, se levantó, tranquilizó
al pasaje y se dirigió al puente de mandos. El ambiente estaba tenso, se oían
crujidos extraños en la estructura del barco que creaban momentos de pánico,
algunos comensales abandonaban el local con la cara descompuesta, otros estaban
completamente paralizados por el miedo. Un altavoz, escondido a la vista,
ordenó la evacuación inmediata rogando a los pasajeros que se dirigieran al
puente asignado a cada uno de ellos. Todo era un caos, nadie reaccionaba de
forma coherente, la gente corría de un lado al otro, Julio se dirigió al puente
cuatro, el suyo.
Tomó asiento en una
chalupa que inmediatamente fue calada al
mar, estaban todos aterrados, no paraban de moverse y la barca volcó, sus
ocupantes cayeron al agua en la oscuridad de la noche. Lo último que recordó fue lograr alcanzar un tablón de madera que flotaba sobre las aguas.
Se despertó sobre la arena dorada de una playa, el sol
calentaba su cuerpo maltrecho, miró
alrededor, la zona estaba desierta, a sus pies nacía una carretera que se dirigía hacia el mar como un
puente sobre las aguas, era de hierro oxidado por la acción del mar pero fuerte
y seguro.
Empezó a caminar mar
adentro, a lo lejos intuyó una extraña figura metálica que se confundía en la
bruma, el camino iba derecho hacia ella.
Vio un bulto unos
metros más adelante, era su compañera de mesa
agazapada en una esquina, le
levantó dulcemente la cara, -¡Tú también has sobrevivido! Me alegro de
encontrarte, ¿hay alguien más?-
Ella le miraba como
si no le viera y con gran esfuerzo contestó:-No lo sé, yo no he visto a nadie
más-
¡-Levántate! Tenemos
que llegar hasta la figura –
Se levantó con
esfuerzo, se apoyó en él y siguieron el camino.
La silueta se iba
haciendo cada vez más nítida, era una enorme cabeza humana de hierro, el camino
acababa en ella, en su zona cervical. Cuando llegaron al final , se abrió una
gran puerta, como lo haría el diafragma de
una cámara fotográfica, dejando salir una luz cegadora, ya no estaban cansados, sentían
una gran paz interior, se dieron cuenta de que hacía tiempo ya que no pertenecían
al mundo de los vivos, era la puerta del más allá.
Bonita forma de acabar porque al menos estaban juntos. Me gustó la pasarela oxidada.....pues cuánto tiempo no tendrá porque todos habrán pasado por ella. Los que no están. Un abrazo Paola
ResponderEliminarGracias, Ana
EliminarUna pasarela oxidad que siempre estuvo y que estará allí eternamente, esperándonos. Nadie se salva de caminar sobre ella, pero al menos a los ayudó a irse en paz.
ResponderEliminarBuen cuento, Paola.
Abrazo.
Gracias, Federico
EliminarMuy bueno tu relato Paola y esperanzador sobre esa pasarela que insoslayablemente a todos nos toca. Éxitos!
EliminarGracias por tu comentario y tu tiempo
EliminarHola Paola.
ResponderEliminarMuy bello tu relato, hermoso y muy dulce.
Me ha encantado.
Un gran abrazo.
Gracias por darme tu opinión y por pasarte por la página
EliminarHola Paola :)
ResponderEliminarMe gustó tu historia y cómo la supiste acabar.
Una saludo.
Gracias Alejandro, por leerme y comentar
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